martes, 20 de diciembre de 2011

I Liguilla Tripulación Reducida – Club de Vela Puerto de Andratx – 17 de diciembre de 2011


A falta de regata , Monzani más poético que nunca.

Segunda prueba (Aplazada)

 Temporal duro: mar gruesa. En la cima de las olas, la espuma se aglomera en grandes bancos y, arrastrada por el viento, las espesas estelas blancas generadas, colorean de blanco intenso la superficie de la mar. En tierra, los árboles llegan a ser arrancados y las construcciones sufren daños.

En el Puerto, desde el pasado jueves, los balandros agitados por el vaivén de la crecida resaca y el fortísimo viento, por encima de cincuenta nudos, han ocupado las horas y los esfuerzos de la vigilante marinería: reforzando amarras, largando y trincando largos y fuertes cabos en los pantalanes, manteniendo a salvo la flota victima de las embestidas del temporal de Noroeste, al que estamos muy expuestos.  (sigue)


En nuestra rosa de los vientos, le conocemos como Mistral: un aire frío y seco, que fuera definido en la antigua Roma y en latín, como “ventus magister”, luego transformado en antiguo provenzal en Mestral. Un viento maestro pues y catabático, “bajando colinas” desde la Languedoc y el valle del Ródano, desembocando en el Golfo del León con enorme fuerza, tempestuosamente y dominando finalmente toda la geografía del Mare Nostrum Occidental.

Alguna efímera nube navegando en un despejado cielo azul intenso, es lo único que hemos podido disfrutar de la segunda prueba de la Liguilla de Tripulación Reducida: el silbido de las jarcias transformado en un rugido intenso, constante y amenazador, siendo el oleaje rompiente de la rada de Andratx, demasiado violento para nuestros buenos ánimos deportistas.

Mirando a la otra orilla, un velero yace inerte, sin quilla y volcado en la playa, mostrando al Sol su malograda obra viva… Al socaire de la cafetería, con buen juicio del Comité de regatas se aplaza la prueba, con el responso unánime de las tripulaciones presentes que, he de decirlo, no eran muchas.

Nosotros regatistas de club, aficionados y dedicados camaradas, incluso en tierra, conseguimos mantener el espíritu del mar, recreándonos en distendidas tertulias delante de un buen desayuno, al que seguiría un aperitivo, para algunos una comida y para otros incluso una excursión… claro está, tras un par de horas arreglando algún qué otro cabo suelto a bordo.

Con mi amigo Pep Lluís Homar,  nos deleitamos en una pequeña travesía “off-road”, allá por los caminos de los montes de la Serra de Tramuntana para otear, en lo alto y al horizonte, un viento que rolando a poco a poco, a la puesta del Sol, ya sería Tramontana. Otro cantar, otra poesía, otros aires de igual fuerza y solemne belleza.




Luca Monzani

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