Tercera prueba
Photosailing.net / Xavier Sansó |
Céfiro, el que fuera en la mitología griega hijo de Astreo y Eos, dios del viento de Poniente, soplaba bonanciblemente y rolaba jugando hacia Noroeste manteniendo una mar formada difícil de negociar en las proximidades de la costa, pero navegábamos… eso era todo cuanto deseábamos y pedíamos hacer.
Un desmarque a una milla tras la salida para ambas clases, para seguir hacia Cabo Tramuntana dejando la isla de Dragonera por babor antes de regresar a la línea de llegada situada en el Faro del puerto para la clase mayor.
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Nuestra señal de Preparación llegaría cuatro minutos más tarde y con ella la duda de qué vela izar en proa. Teniendo arriba un génoa pesado que no acababa de rendir en las condiciones aparentemente reinantes, con mucha mar y menos viento del que había en un principio, haría falta más potencia para un rendimiento óptimo: si el viento subía lo suficiente era ideal, pero la impresión era de que no lo haría. Optamos por arriarlo e izar el Ligero con la esperanza de que se mantuvieran las condiciones. El lado izquierdo del campo de regatas navegando hacia la lejanía parecía favorecido con más viento. Durante la maniobra, los minutos se sentían avanzar más rápido, la cuenta atrás más expedita y la adrenalina corría por cubierta. Emocionante sentir a la tripulación en marcha, coordinada y concentrada al aproximarnos a la línea y salir entre los rivales en un gran hueco con viento limpio. Navegábamos rápido al subir la ola y ciñendo a rabiar con un ángulo óptimo; cuando viramos hacia el desmarque, cuadramos a la flota perfectamente posicionados en el “lay line”, cosa que en ese momento nos proponía como intérpretes de una gran ceñida. Pero un role a la derecha de veinte grados frustró nuestra pletórica andadura: Bachibuzuk, Andiria, Cremise y Macarella… en este orden montábamos la marca abriendo escotas directos a la isla Mitjana. Un largo tramo a un descuartelar en el que la intensidad del viento iba disminuyendo poco a poco al acercarnos a tierra. En el Pantaleu, la encalmada era clara y esperada. La flota estaba a la merced de los caprichos de la Dragonera al socaire de ella: los grandes para asomar la proa y volver a respirar aire al otro lado de la isla, los menores para virar y subir hacia Llebeitg dejándola por estribor. En ambos casos, una ceñida muy azarosa y difícil de interpretar es la que habría que negociar en ambas caras de la traconaria. Lejos de los abruptos en la cara occidental y de los olivos silvestres en la cara oriental, había viento aunque solo fuera una brisa irregular. Por momentos cerca de tierra alguna ráfaga se perdía en el verde de ses Penyes Rotges, lugar donde asomaba el Container con spi blanco izado, primero entre los grandes y haciendo el vacío tras de sí.
Bachibuzuk hacía lo mismo virando la boya el primero destacado seguido de… ¿pero qué hace este clase 2 navegando entre nosotros? La ya reconocida querencia del Mary Anne a navegar en la clase que no le corresponde es sorprendente: navegaron bien, muy bien, pero en el lugar equivocado.
Al separarnos de la costa, Céfiro soplaba casi un Mistral bien entablado y más intenso para una espectacular empopada. Uno tras otro con los spis izados, ambas flotas intercalándose y navegando hacia la Mola se reunían en la rada para cruzar la línea de llegada.
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Bachibuzuk de Pep Lluís Homar y sus jovencísimos muchachos empieza bien. Con gran desenvoltura conseguía interpretar mejor que nadie los caprichos del viento, navegando en la cabeza siempre y sin dar opción alguna en la clase 3 y 4. Confirma un estado de forma envidiable que ya tuvo ocasión de demostrar la temporada pasada con un gran final… otro desafío para el resto de la flota. El más pequeño de todos, el Blau Vent de Alejandro Riera León se colaba prodigiosamente quedando segundo a tan solo diez segundos del oro. Tren Expresso de Sebastian Alemany hacía lo suyo completando éste heterogéneo podio… Nuevos nombres, gente nueva, nuestra Liguilla sigue creciendo y afianzando su forma de hacer y de interpretar una regata social. La Cantina se llena en tierra y los vínculos se consolidan alrededor de una mesa, hasta caer la noche al son de los brindis. Todo se mueve y todo progresa aunque en un entorno que resulta cada día más difícil, incierto y alarmante. Mientras podamos congratularnos los unos a los otros en un tejido de bueno y sincero compañerismo, el viento nos acompañará en esta singladura. No fuimos curiosos ni incautos y recibimos dos presentes muy valiosos: navegar y contarlo hasta bien entrada la noche.
Regreso a casa con una sonrisa dibujada en la cara curtida y coloreada por el sol repasando la regata, pensando en aquel role, en aquella virada… en la encalmada y en los islotes… Luego pienso en la familia, en mi perro y en mis amigos: en aquellos que te acompañan y en los que ya no lo hacen. Ahora todos me parecen importantes y siempre deberían serlo.
Feliz Navidad
Luca Monzani
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